viernes, 18 de abril de 2008

Lokuras

Mientras disfrutaban de sus apetecibles almuerzos, hablaban tonterías y se reían como niños traviesos, sorpresivamente, la difícil M se kedó kallada y pensando. Luego posó su mirada sobre el bondadoso B y le preguntó: "¿B, pork me kieres tanto si yo no te kiero?". Al escuchar eso, la sonrisa desapareció del rostro de B. La miró con una mezcla de sorpresa y resignación, se acercó a su oído y le preguntó, despacio: "¿Pork TU no me kieres si yo te kiero tanto?".

Es tranka responder este tipo de preguntas, aunk parezcan fáciles. Los más fríos y calculadores seguro responderán con esa lógika k carakteriza a sus corazones y con esa falta de experiencia markada k tienen en el ámbito amoroso. Responderán con esa insoportable pana y ese falso conocimento k, segun ellos, dicen tener. Dirán k la respuesta es fácil: k B debería dejar de buskar a M, y punto. Hace un par de años, yo, tal vez, les hubiera dado la razón, hasta k me pasó, y me di cuenta k las decisiones más lógikas son, a veces, las más ilógikas.

Al terminar su almuerzo, B y M salen a caminar, en silencio. Ninguna palabra es dicha. Caminan mirándose de reojo, pero sin pronunciar nada. Al despedirse, M le zuzurra al oído a B, "pork soy un loka de mierda". B sonríe y le dice, "somos, somos unos lokos, unos lokos de mierda".

Daniel F, en tal vez su canción más tierna, directa y corta k haya escrito ever, y k lleva por título el mismo k este humilde blog, nos explika el signifikado de la lokura en el amor y todas sus variantes. Nos dice, con esa autoridad k se ha ganado, k el amor y el desamor nos vuelven lokos, nos alegra, nos caga, nos pone feeling, nos pone duros. La maldita lokura nos agarra, al azar, por los dos lados.

El lado en k la lokura nos hace dibujar imagenes en el cielo, y emocionarnos con la luz de una sonrisa, y decir te kieros sin esperar nada, esa es la lokura de lucharla hasta el final. Y el otro lado, k es la lokura k te vuelve frío, sin ganas de kerer, sin promesas k cumplir, la lokura de la desesperanza, de la indiferencia, del ya fue.

Es k en verdad hay k estar loko para kerer públikamente a alguien k no nos kiere. Y también hay k estar loko de remate para no kerer a alguien k nos kiere públikamente y lo demuestra. Ambos casos son las injusticias más grande k tiene este sentimiento. Nosé cual de los dos es más doloroso. Lo úniko k se es k el amor es incongruente, ilógiko, injusto, indescifrable, atípiko, inexacto y loko. Pork nos hace actuar como lokos, y hacer lokuras. Ya sean lokuras de amor, como las del bondadoso B, o las lokuras de desamor, como las de la difícil M.

domingo, 13 de abril de 2008

Mi soledad y yo

Ha vuelto. Ha regresado. Ella y todos sus compinches. Creo tener una relación de amor y odio con ella. Nos extrañamos mucho, nos amamos y nos odiamos. Pero ahora la muy conchuda ha regresado y me ha cagado otra vez. Aunk confieso, y acepto, no ha regresado con esa fuerza mortal con k solía regresar en épokas pasadas, k con sólo su aliento me mandaba al hueco más profundo y oscuro k jamás haya existido. No, esta vez ha regresado más bondadosa, tal vez sabiendo del daño k ya ha cometido en mí. Quizá se esta apiadando de mí. Quizá le doy pena. Será por eso k ha regresado tokando el timbre, pidiendo permiso. Tal vez kiere hacer las pases, y volver a amarnos y divertirnos como lo solíamos hacer. Nosé. Pero ha regresado, y hay k cuidarse. Ella es impredecible, traicionera, uno nunka sabe k pasará, no sabes k te hará. Por eso mi casco de minero, mi espada de Leonó, y mi escudo de tapa de basurero están atentos y listos para ser usados en alguna posible batalla contra ella, la maldita soledad.

Y como ya lo dije en un post anterior, la soledad, otrora amiga y fiel acompañante de mis monólogas tertulias, no llega sola. ¡No!. Llega acompañada de un batallón armado de barras bravas, de un ejército de fortachones guardaespaldas, de una jauría de feroces kamizakes, k son los k te dan el golpe mortal, la puñalada final, el knock out. Por eso hay k tenerle cuidado a la pendeja soledad, y mirarla con ojo wachimanesko. No debemos confiar en su aparente pasividad.

A veces me pregunto el pork de su regreso. Me pregunto si la soledad regresa pork le da la gana, sin ser invitada, como un boomerang, para darte una dosis de tristeza en el alma cuando se está muy contento. Como keriendo demostrar k no existen vidas felices, k la soledad y la tristeza son parte de esta injusta vida. K nadie se va salvar de ella. Como la ruler en las mujeres. O, tal vez, regresa pork uno la invita, abriendole la puerta de par en par con nuestras ilógikas decisiones, en otras palabras, al cagarla. Desconozko mayormente.

Tal vez la cagé o regresó sin previo aviso, no lo sé. Pero ahora todo es diferente. La odio. Me odia. La cruel soledad ronda mi casa, mi trabajo, mis caminos. Y aunk no es la misma fatal soledad de antaño, igual hace daño.

Dicen k hay k aprender a vivir con ella. Eso estoy tratando, pork parece k no kiere irse la muy terka, aunk, lo acepto, mi terko masokismo y mi irrazonable lokura amplían su estadía. Esperemos si puedo con ella, o si puedo compartirla con alguien.

Señores, la batalla ha comenzado.

sábado, 5 de abril de 2008

Felicidad

Cuando ya palidecía de tanto esfuerzo, cuando ya las fuerzas no respondían a los estimulos cerebrales, cuando ya la motivación se evaporaba como la Crush, cuando ya el desgano y la tristeza derrotaban por goleada a la proactividad y a la felicidad, cuando ya la cólera invadía mis venas, cuando ya el arrepentimiento de volver a Perú me envolvía confianzudamente, cuando ya la billetera se volaba por su flakeza, cuando ya estaba pidiendo chepi, ella por fin llegó.

Fueron ciento cinco días de espera; cuarenta y siete empresas de todos los tamaños; cuarenta y siete aburridas entrevistas; cuarenta y siete lavadas de una veintena de kamisas de todos los colores; cuarenta y siete bividís, calzoncillos y medias; veinticinco lavadas de una docena de pantalones; diez lavadas de dos pares de ternos; kince corbatas; cuarenta y siete soles por cada lustrada de zapato; decenas de distritos; cientos de soles en pasajes; decenas de soles en copias; miles de minutos en internet; cuarenta y siete taxis de ida; cuarenta y siete combis de regreso. Fueron cuarenta y siete recitales de memoria; fueron cuarenta y siete te llamamos.

De repente un día, un miércoles para ser exactos, mientras estaba en mi rutina diaría de raskinbol, sonó el celular, contesté, y, a lo Will Smith en En Buska de la Felicidad, me puse a llorar por dentro y a sonreir por fuera. Tal vez Dios escuchó mis súplikas, o tal vez las de mi mamá, k ya no me aguantaba en kasa las venticuatro horas del día, o tal vez sí sea cierto ese lema k dice k no hay mal k duré mil años, ni kuerpo k lo resista (aunk lo del cuerpo k lo resista lo dudo, pork sí existe: mi cuerpo). La cosa es k Dios se apiadó de mi miseria, de misio, y me regaló lo k tanto había estado buskando: un trabajo. Esa llamada fue mi salvación. Amé a la chika k me llamó, a esa k pronunció: mañana empiezas Daniel.

Sí, estimados e incrédulos lectores, este humilde servidor consiguió, luego de un arduo, largo y paciente trabajo, trabajo. Y aunke, lo confieso, el sueldo no es suculento ni envidiable, el trabajo me gusta, pork hago lo k me gusta, osea leer y escribir. Me pagan por leer, investigar, y luego escribir. Es decir, me pagan por hacer mini-tesis, económikas claro está.

No les diré donde trabajo pork no interesa. Lo importante es k, a partir de fin de mes, ya no tendré k sufrir por pagar mis deudas, ya no tendré k tokar puertas con kara de prestatario, ya no tendré k meterme en negocios oskuros e ilegales, ya no tendré k gorrearle centavos a mi mamá, ni tendré k disfrazarme de camarón. Ya no tendré k ir a menús ni a chifas baratos, ni a sanguchomes misios. Ya no tendré k ir a los cines sólo los martes. Ya no tendré k subirme a combis repletas, ni ver los partidos de futbol por televisión. Ya no tendré k raskarme el diente, ni kedarme obligado en kasa los fines de semana. Ya no, not anymore.

A mis numerosos, pacientes, y, ahora, felices acreedores: Por favor, tengan compasión de mí.

Daniel tiene trabajo. Increíble. Es para llorar... de felicidad.